sábado, 4 de mayo de 2013


Así ha escalado la educación de Corea del Sur al podio mundial


La «fiebre» por  la educación ha sacado al país asiático 

del analfabetismo en apenas 60 años y ha situado a los

surcoreanos entre los mejor formados y más competitivos 

del mundo.

Corea del Sur daba la campanada en el último informe PISA al arrebatar a Finlandia el primer puesto mundial como el país con mejores resultados en comprensión lectora y conocimientos matemáticos y una buena nota en competencia científica. Era la constatación de un «milagro» educativo, que en 60 años no solo ha sacado al país del analfabetismo que existía tras su liberación de Japón en 1945 sino que lo ha elevado al podio de la OCDE. Y se estima que en el próximo informe PISA de 2012, que se conocerá a finales del año que viene, Corea del Sur mantendrá su puesto entre los mejores.
«El fuerte anhelo de educación de los coreanos no se percibe en ninguna otra parte del mundo», destaca un informe de la OCDE de 1998, algo que secundaba el pasado junio en ABC el embajador surcoreano en España. «La pasión del pueblo coreano por la educación es extraordinaria», afirmaba Oh Dae-sung. Tanto es así, que hay autores como Michael J. Seth que han definido esta «pasión» como una auténtica «fiebre» que «provocó una de las transformaciones sociales más importantes de la historia».
«Una tierra de campesinos analfabetos y semianalfabetos con solo una muy pequeña clase urbana se ha transformado en una de las naciones con mejor educación del mundo», constata el profesor estadounidense.
A través de la educación se reconstruyó el país después de la guerra tanto social como económicamente, un objetivo que aún hoy se mantiene en esencia. «El principio fundamental de todo el sistema educativo coreano es fomentar la formación como medio para el crecimiento económico del país. El sentimiento patriótico es muy profundo y la voluntad de los estudiantes de contribuir al desarrollo de su país está muy extendida», aseguran desde la asociación española de cultura surcoreana Han-Association.

Más de 10 horas de clase al día

El sistema educativo comprende de uno a tres años de preescolar, seis años de escuela primaria, tres del ciclo medio de la escuela secundaria, tres del ciclo superior de secundaria (preparatoria), y cuatro años de facultad en la universidad. La educación primaria es obligatoria y gratuita, con almuerzo incluido y los tres primeros años de secundaria también son obligatorios. En 2010, se contaba con 411 instituciones de enseñanza superior en Corea, con un total de 3,64 millones de estudiantes y 77.697 profesores, según la página oficial sobre Corea en castellano.
El 98% de los estudiantes termina la educación secundaria y casi un 60% obtiene un título universitario en Corea del Sur. Detrás de este éxito, hay jornadas maratonianas de estudio: Seis o siete horas de clase en la escuela, más cuatro o cinco horas de clase privadas, más tiempo de estudio en casa o en bibliotecas para un estudiante de secundaria. Los alumnos surcoreanos estudian 16 horas más a la semana que la media de la OCDE.
El 90% de las familias coreanas gasta de media unos 400 euros al mes en academias privadas fuera de horario escolar para completar la formación de sus hijos, según Han-Association. «Las familias invierten mucho en la educación de sus hijos, y al mismo tiempo exigen muy buenos resultados», constata Oh Dae-sung.
Los surcoreanos «consideran que todo en la vida es competición» y entienden que para lograr sus objetivos «todo pasa por una buena educación y para eso tienen que competir para asistir a las mejores escuelas y universidades», explican fuentes de la asociación.
A la disciplina y el esfuerzo acompaña un gran respeto por la figura del profesor. «En Corea se sigue el dicho "al profesor no se le pisa ni la sombra"», aseguran desde Han-Association, porque «es una persona que eligió la vocación de transmitir sus conocimientos, no la profesión de funcionario y, por tanto, se agradece siempre su esfuerzo». Los profesores se encuentran entre los profesionales mejor pagados del país y se someten a evaluaciones en las que participan los estudiantes y los padres para mejorar su nivel de especialización.
El Gobierno surcoreano dedica casi el 7% del PIB a la educación, con partidas para permitir a los alumnos estudiar fuera, en Estados Unidos, China o Europa. Es una inversión importante, pero insuficiente para las familias. «Los colegios públicos, aún siendo gratuitos, reciben un donativo de las propias familias para mejorar las instalaciones o el profesorado», apunta Han-Association.
«Se considera la educación como la mejor inversión, pues los coreanos no estudian para ser empleados de una gran empresa, sino que estudian y trabajan para fundar sus propias grandes empresas que puedan expandirse (y con ellas la cultura coreana) a todo el mundo», añaden desde la asociación.

La cara oscura

lunes, 8 de abril de 2013


EDUCACIÓN / FAMILIA/EDUCACIÓN

Así debe ser el profesor de tus hijos

LAURA PERAITA - Día 28/02/2013 - 04.41h

¿Por qué hay profesores que captan más el interés de los alumnos por una asignatura y facilitan el aprendizaje?

Así debe ser el profesor de tus hijos



El profesorado debe establecer una conexión emocional con los estudiantes, según Josep M. Marrasé

Al margen del intenso e interminable debate sobre el buen o mal funcionamiento de nuestro sistema educativo, lo cierto es que el profesor es el que entra cada día en el aula y mira de frente a sus alumnos para transmitirles una serie de conocimientos. No debería ponerse en duda que la formación y capacidad de estos profesionales es la adecuada. Pero, ¿por qué hay profesores que captan más la atención de los alumnos que otros y facilitan el aprendizaje?
Sin entrar en casos específicos —como que pudieran padecer ciertas patologías como el TDHA—, hay una cuestión muy obvia: una asignatura la hace o no interesante el profesor. «Lo mismo nos ocurre a los adultos en un auditorio, bostezaremos más o menos, según sea el ponente —asegura Josep Manel Marrasé, subdirector y profesor de matemáticas de la escuela Hamelin-Internacional Laie, y autor del libro«La alegría de educar—. El profesor que no domina una clase no es porque no se sepa bien la asignatura que imparte, sino porque no establece una conexión emocional con su alumnado». Matiza, aún así, que reconoce que un profesor que imparte clases a alumnos de familias de clase media-alta, tendrá menos dificultades que el que imparte su asignatura a hijos de familias desestructuradas o con dificultades económicas.
En su opinión, los docentes deben solucionar el problema anímico de los estudiantes, animarles a seguir adelante, a que se superen y, para ello, es necesario que descubran el talento de cada uno y saber guiarlo a través de las emociones. «Necesitan abrirles horizontes, despertar su ilusión y las ganas de saber. Si solo nos ceñimos a dar una materia, no funcionará. Por ello, el profesor debe mantener un equilibrio entre la parte técnica de la asignatura que imparte y la parte emocional».

Pero, ¿cómo lo puede conseguir?

Según este profesor hay una serie de consejos tan universales como urgentes:
Conocer al alumno de manera individual. Hacer que cada uno se sienta protagonista y que piense «yo para él soy importante», al margen de que sea más o menos, listo, vago, trabajador...
—Que se forme en psicología y lea mucho sobre estos temas.
—Que piense en sus alumnos y que se haga una fotografía clara de cada grupo. No es lo mismo impartir una asignatura en 4ºA que en 4ºB, cada clase tiene sus propias características, virtudes y dificultades. Debe adaptarse a cada grupo y conectar con ellos a través de las emociones.
—Preocuparse por el alumnado, no solo por impartirle unos contenidos, lo que supone tiempo y dedicación.
—Tiene que ser creativo y contar con material propio que se ajuste a la mentalidad de sus estudiantes.
Plantear retos constantemente para que los alumnos estén continuamente motivados.
Ser coherentes en aspectos tan básicos como que si se les exige puntualidad a los alumnos, el profesor no puede retrasarse al comenzar cada sesión.
—Y, por último, pero no menos importante, vertirlo todo de ética, porque los alumnos necesitan buenos ejemplos y modelos a seguir.
Según Josep Manel Marrasé, en las facultades de Magisterio se debería hacer mucho hincapié en la necesidad de que los profesionales de la docencia trabajen más las emociones y los aspectos anteriomente enumerados. «Con alumnos motivados, el aprendizaje es mucho más sencillo».

domingo, 7 de abril de 2013

Una tesis destaca la democratización educativa de las escuelas de música

La importancia de las sociedades musicales en la Comunidad Valenciana se traduce en la existencia de 539 entidades (el 50% de España) con 40.000 músicos, 60.000 alumnos en escuelas de música y 220.000 socios. La labor social, cultural y educativa de las escuelas, que comenzaron a desarrollarse en el siglo XIX y son la base de esta tradición musical, es objeto de una investigación que analiza su historia y futuro, y ahonda en las perspectivas docentes de estos centros educativos no reglados y ahora amenazados ahora por la crisis.
El autor de la tesis doctoral presentada y aprobada cum laude en la Universitat Jaume I de Castellón, Remigi Morant, explica el desarrollo de las escuelas musicales en un contexto social e histórico en el que los alumnos de muchos pueblos no podían acceder a la formación de los conservatorios de las ciudades o a clases particulares reservadas a la élite burguesa. Desde esta perspectiva, las escuelas locales motivaron “la democratización de la música” y con el paso de los años han dado formación a cientos de miles de niños.
Morant constata también los “grandes beneficios educativos” de la música, que aporta a los estudiantes seguridad, responsabilidad, confianza, autodisciplina y compromiso en su tarea. En su tesis concluye que la formación musical redunda en los alumnos que la reciben en mejores resultados académicos.
Al analizar la supervivencia de las escuelas musicales, Morant destaca que es necesario dotarlas de “un proyecto educativo propio y diferenciado de los conservatorios”, y de una renovación pedagógica y de investigación “apoyada con una financiación adecuada” de la Administración, como ocurre en el resto de comunidades autónomas. En el caso valenciano, las escuelas están adscritas a las sociedades musicales, que son entidades sin ánimo de lucro que solo alcanzan a recaudar un 23% en concepto de ayudas públicas. La formación la mantienen, básicamente, las sociedades musicales y las familias. Con los recortes de la crisis, la aportación pública, que sigue siendo esencial para su mantenimiento, se ha reducido drásticamente.
Remigi Morant, que es asesor educativo de la Federación de Sociedad Musicales de la Comunidad Valenciana, destaca asimismo el papel de esta entidad en el trabajo de sensibilización de la música como “eficaz herramienta” en el rendimiento educativo y en la lucha contra el fracaso y abandono escolar. En esa línea, la investigación aborda a través de numerosas encuestas la situación del profesorado ante su “histórica discriminación” por impartir una enseñanza no reglada. Los encuestados en la investigación piden una nueva reglamentación que reconozca a las escuelas musicales como centros de pleno derecho.

EL PAÍS 6 ABR 2013, CET

martes, 26 de marzo de 2013



Educar para el deporte, educar para la vida



La ambición es un sentimiento legítimo en el deporte, ni más ni menos que en el resto de la vida. Pero la ambición sin los límites del respeto al contrario y a las normas se convierte en un ejemplo más de la desmesura tantas veces demostrada, desgraciadamente, por el ser humano. En el deporte, no solo es legítimo querer ganar siempre y no cejar hasta que el resultado sea inamovible, sino que es, sencillamente, obligatorio. Porque, si no fuera así, sería mejor buscar otra actividad en la que disfrutar simplemente por ella misma y no asomarse a la competición.
El fútbol es una isla. Aceptemos que nada es comparable al torbellino inagotable que maneja los hilos de un deporte cuya evolución se basa ni más ni menos que en el negocio. El fútbol es origen interesado de polémicas que traen constantemente a la luz maniobras tramposas que, por limitación de los árbitros o por ocultación voluntaria, dan lugar a infracciones no penadas y de significativas consecuencias en los resultados. Y si hablo de la famosa mano de Henry y sus muchas vueltas al mundo, nadie se extraña. Sí, muchos se rasgaron las vestiduras, todavía resuena el daño al avanzar en el tejido, pero nada cambió: Francia, al Mundial; Irlanda, eliminada. Por desgracia, como tantas veces, triunfó la evidente injusticia pero esta vez consentida. Y hasta surgieron voces a las que no voy a publicitar indicando que la trampa es inherente al deporte. No estoy de acuerdo.
El deporte tiene normas, es la forma de que todos los participantes enmarquen su actividad entre límites que proporcionan desafío, creatividad y también respeto al oponente. La propia definición de ese marco de ejecución implica la designación de figuras que tengan poder efectivo para velar por su cumplimiento o establezcan baremos sobre la bondad de la ejecución. Aunque el árbitro y el juez son figuras distintas, al final ambos categorizan el resultado del deportista. Pero son tan falibles como la propia actividad que vigilan y de eso se aprovechan los menos escrupulosos.
La creciente profesionalización del deporte ahonda en aspectos positivos y negativos de su desarrollo. En el lado positivo, sin duda, la mejoría constante en la práctica deportiva gracias a la mayor dedicación y el trabajo en las bases físicas, técnicas y psicológicas que la sustentan. En el lado negativo, la mercantilización a toda costa de los factores intervinientes y los resultados a conseguir. Aunque no verbalizado, el “todo vale” subyace en las decisiones de los dirigentes deportivos, entrenadores y algunos medios de comunicación. Y esto es un problema enorme de cara a la educación del deportista y su futuro, no solo como profesional sino, y lo más importante, como persona.
A mí, lo confieso abiertamente, me maleducaron. Crecí y maduré en deportes donde los jugadores, puestos de acuerdo, pueden cambiar las decisiones arbitrales. ¿Les extraña? También le sorprendió a un perplejo exarbitro internacional de fútbol cuando se lo confirmé en un curso de Psicología del Deporte. Si son aficionados al tenis o al squash, lo habrán comprobado muchas veces y, con frecuencia, tras un breve intercambio de gestos y afirmaciones que apenas son captadas por la gente alrededor. Como en casi todo hay excepciones, pero son eso, excepciones y no costumbres. El espectáculo de Serena Williams en el Open de Estados Unidos enfrentándose con el árbitro recorrió también el mundo pero sólo tuvo como efecto que la alteración de su ánimo reflejada en la situación contribuyese a que perdiera el partido frente a Clijsters.
¿Se puede ir contra la corriente? Creo que no sólo se puede sino que se debe. En esencia, el deporte educa y lo hace en valores, y algunos tan sencillos como la honestidad, el sacrificio, el premio al esfuerzo y la mano tendida y sincera al oponente al terminar la competición. El amor propio o el enfado por el fallo inesperado deben ser aceptados porque redundan en la búsqueda de la superación, pero es obligado educar en la búsqueda del resultado como recompensa al esfuerzo y no al atajo y a la trampa. Educar al deportista es proveerle de herramientas de cara a la vida y a su comportamiento en la sociedad. Ya sufrimos las consecuencias nefastas de muchos ejemplos de sectores mentirosos y manipuladores. Jugar limpio en el deporte es enseñar discreta y humildemente a la sociedad a jugar limpio también.
Angeles Jiménez

lunes, 25 de marzo de 2013

+ VENTANAS – PIZARRAS.


Creo que fue Tonucci uno de los que con más insistencia llamó la atención sobre una de las prácticas más absurdas que empleamos con asiduidad en la escuela. Tenemos a un grupo de niños correteando por el patio, recogiendo las primeras flores o las ultimas hojas (depende de la estación), persiguiendo grillos, atrapando mariquitas u observando el lento caminar de un caracol. De repente los avisamos con una estridente sirena (o una sinfonía de Mozart) de que el tiempo de “recreo” ha terminado. Los sentamos en sus pupitres, al calor de la pizarra (digital o tiza, tanto da) y comenzamos la clase de conocimiento del medio. Dibujamos flores, insectos o paisajes en la pizarra. Les señalamos una determinada página del libro para que observen los esquemas y fotografías de la fotosíntesis, de los ecosistemas, de la ciudad, de las hojas y los caracoles. Y si observamos que alguno se “distrae” mirando por la ventana, le reprendemos y cerramos las cortinas.
Intentamos atrapar la realidad entre las páginas de los libros de texto. Acotamos la educación a aquello que ocurre entre las paredes de una clase. Medimos el aprendizaje por aquello que un alumno es capaz de responder en un examen escrito. Nos quejamos (en esto a menudo con razón) de falta de medios y personal en los centros, pero desechamos, desaprovechamos, el mayor de los recursos didácticos disponibles: nuestro propio entorno, el colegio, las calles, los compañeros, el parque de enfrente.
Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”, sentenció con evidente resentimiento Einstein. Pero lo cierto es que muchas veces los profesores nos atrincheramos entre teorías y constructos alejándonos de tal forma de la realidad que, enfrentados al espejo de la finalidad, somos derrotados. ¿Para qué sirven la mayoría de las cosas que se aprenden en la escuela? La respuesta más honesta es para poder seguir estudiando.
Educar supone abrir de par en par las ventanas (las físicas no las digitales) y dejar que la realidad inunde nuestras clases. Educar para la vida, educar para que nuestros alumnos tengan la posibilidad de ser, no de saber. Educar la actitud y no el conocimiento. Y sobre todo educar en la acción, en la experiencia, no en la lección. El verdadero aprendizaje comienza cuando el alumno levanta el culo de la silla.
Hace unas semanas descubrí a través de los videos TED la experiencia de kiran Bir Sethi en el colegio Riverside en la India. En su conferencia explica con un revelador ejemplo la metodología que utilizan con los niños. Explica Kiran en este video como trabajaron con los alumnos de 5º el tema de los derechos del niño. ¿Cómo lo hacemos nosotros? Pizarras, carteles con el listado de los derechos del niño, dibujos, videos, niños sentados – maestro de pie, todos a la página 26, Juan lee en voz alta y todos los demás escuchan en silencio, y por supuesto... las persianas bajadas. No vaya a ser que la realidad los distraiga. ¿Acaso hay otra forma? ¡Por supuesto que sí!
La clase sobre derechos del niño en el colegio Riverside consistió en tener a los niños arrodillados durante 8 horas enrollando barritas de incienso, así podian experimentar lo que significa ser un niño obrero. A la mañana siguiente sacaron a la calle a todos esos “experimentados” niños para que convencieran a sus vecinos de la necesidad de abolir la explotación infantil. Los argumentos de los alumnos de 5º curso eran creíbles, eran coherentes, eran apasionados. ¿Hicieron luego un examen del tema? ¿Acaso era necesario?
Sembrar confianza en los niños los convierte en más competentes y menos vulnerables. Cuando un niño se contagia del “podemos”, la mecha de una revolución imparable acaba de prender. Comparto la emotiva intervención de Kiran (con subtítulos), y como siempre...
¡FELIZ REFLEXIÓN!

lunes, 18 de febrero de 2013

La práctica musical durante la infancia ayuda a mejorar el cerebro adulto

Una corta formación musical en la infancia recorre un largo camino para mejorar el funcionamiento del cerebro en la edad adulta, cuando se trata de escuchar y procesar el sonido, según un nuevo estudio de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, publicado en la revista 'Journal of Neuroscience'.

El impacto de la música sobre el cerebro ha sido un tema candente en la ciencia en la última década. Ahora, los investigadores de Northwestern, por primera vez, han examinado directamente lo que ocurre cuando los niños dejan de tocar un instrumento musical -después unos pocos años de práctica- una experiencia común en la infancia. En comparación con personas sin formación musical, los adultos que recibieron entre uno y cinco años de formación musical de niños, realizan mejores respuestas cerebrales a los sonidos complejos.

La frecuencia fundamental, que es la frecuencia más baja del sonido, es crucial para la percepción del habla y la música, y permite el reconocimiento de sonidos en entornos auditivos complejos y ruidosos. Según la autora Nina Kraus, profesora de Neurobiología, Fisiología y Ciencias de la Comunicación en Northwestern, "el nuevo estudio sugiere que las clases de música, a corto plazo, pueden mejorar la audición y el aprendizaje durante toda la vida".

Según explica Kraus, muchos niños participan en clases de música pero, sin embargo, pocos continúan con las clases más allá de la escuela secundaria. Sin embargo, la mayor parte de la investigación neurocientífica se ha centrado en el estudiante de música raro y excepcional, que ha seguido una práctica musical activa en la universidad, o que se ha dedicado a ella profesionalmente.

INVESTIGACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE NORTHWESTERN

Ahora, según la experta, "la investigación de Northwestern recoge un sector mucho más amplio de la población, ofreciendo implicaciones para los responsables de las políticas educativas y el desarrollo de programas de entrenamiento auditivo, que pueden generar duraderos resultados positivos".

Para el estudio, se midieron las señales eléctricas del tronco cerebral auditivo, en respuesta a ocho sonidos complejos, en varios jóvenes con cantidades variables de  formación musical. Debido a que la señal del cerebro es una representación fiel de la señal del sonido, los investigadores pudieron observar cómo los elementos clave del sonido eran capturados por el sistema nervioso, y cómo estos elementos eran más fuertes o más débiles en personas con diferentes experiencias y habilidades.

Cuarenta y cinco adultos fueron agrupados en tres grupos basados en la instrucción musical: los participantes del primer grupo no tenían ninguna instrucción musical, los del segundo tenían entre 1 y 5 años, y los del tercero entre 6 y 11 años -los dos grupos formados musicalmente comenzaron la práctica instrumental en torno a la edad de 9 años. Como se predijo, la formación musical en la infancia llevó a un proceso neural más robusto de los sonidos en la edad adulta.

En una investigación anterior, Kraus y su equipo examinaron cómo el bilingüismo y las clases de música, a largo plazo, afectan el cerebro auditivo; y cómo cambia el cerebro después de unas semanas de intensas experiencias auditivas. Ahora, en una investigación actual, los investigadores están analizando el impacto de las dificultades socioeconómicas en la función del cerebro adolescente.

Kraus concluye que "esperamos utilizar este nuevo hallazgo, junto con descubrimientos pasados y futuros, para comprender el tipo de estrategias de educación y rehabilitación que podrían ser más eficaces en la lucha contra los efectos negativos de la pobreza. Mediante la comprensión de la capacidad del cerebro para cambiar y mantener estos cambios, la investigación puede ayudar en el desarrollo de programas educativos, basados en la audición, eficaces y duraderos".

Europa Press. Madrid, 22 de agosto de 2012

Bienvenidos a "educa y aprende"

Bienvenidos al Blog de Javier Marín, David Modrego y Carlos Máñez: "educa y aprende", perteneciente a la asignatura de Didactica General en 1º de Magisterio.

Iremos publicando noticias de la actualidad educativa, basandose en nuestras especialidades: educación musical y educación física.

Esperamos que os guste.